
Ruta por las playas más hermosas de Formentera en coche: desde el puerto hacia el paraíso
4 Julio 2025 • Natalia Sabariego PecesFormentera es una isla que parece dibujada por un artista enamorado del Mediterráneo. Sin aeropuerto, aislada y accesible solo por mar, esa pequeña dificultad es parte de su encanto. Desde el instante en que desembarcas en el puerto de La Savina, el visitante se siente en otro ritmo, en otro tiempo.
Este artículo te propone una ruta detallada para descubrir las playas de Formentera más bellas de la isla en coche, empezando y terminando en el puerto, con un recorrido que te conectará con la naturaleza, la historia, las leyendas locales y también con sus pueblos más característicos.
La Savina: el umbral hacia la isla
La Savina es mucho más que un puerto. Aunque muchos lo atraviesan sin detenerse, este enclave tiene su propia magia. Las salinas que lo rodean tiñen el paisaje de rosas y ocres al atardecer, y desde el mismo muelle se puede ver la danza de las aves acuáticas que habitan en el Parque Natural de Ses Salines. Al salir con tu coche, puedes sentir la transición: el bullicio del ferry se disuelve rápido, y comienza el silencio de las playas de Formentera.
El pequeño centro del pueblo alberga tiendas de alquiler, panaderías y algunos bares donde sentarse a planificar el día. Es también donde puedes encontrar información sobre rutas sostenibles o incluso alquilar bicicletas eléctricas si prefieres dejar el coche aparcado.
Ses Illetes: belleza bajo protección
A menos de quince minutos del puerto, una estrecha carretera de tierra y mar te lleva a Ses Illetes. Esta playa ha sido premiada y celebrada en revistas de viaje por su arena tan blanca como la harina y por sus aguas de un azul eléctrico. La entrada está controlada: hay que pagar un pequeño peaje para acceder en coche, parte del esfuerzo de conservación de este espacio único y una de las playas de Formentera más auténticas.

Vista aérea de Formentera de yates anclados y aguas de color turquesa. Fuente: iStock
Al caminar por la orilla, es fácil entender por qué es una de las playas más fotografiadas del mundo. Los islotes que flotan cerca de la costa, como Es Pas o S’Espalmador, agregan un aire de misterio. Este último es especialmente especial. Aunque separado por una delgada lengua de mar, hay quienes se atreven a cruzar a pie, como lo hacían antiguos pescadores. Las historias orales cuentan que corsarios mallorquines usaban Espalmador para esconderse de la flota inglesa. De aquellos tiempos queda el rumor del oro perdido en alguna de sus dunas.
Llevant: salvaje y serena
A escasos pasos hacia el este se extiende Llevant, una playa igual de bella pero menos transitada. Esta zona, menos protegida del viento, atrae a quienes buscan mayor intimidad. Las olas rompen con más fuerza y el horizonte parece más vasto. A medida que se camina, el paisaje se vuelve más salvaje y menos intervenido.
El acceso a Llevant también se realiza desde la misma carretera que lleva a Ses Illetes, y ambos litorales se desarrollan en paralelo, separados por una delgada franja de tierra. Es el lugar ideal para desconectar por completo. Al estar dentro del Parque Natural, también se recomienda no llevarse nada consigo: ni conchas, ni arena, ni recuerdos más allá de las fotos.

La playa Llevant de Formentera de arena blanca y agua turquesa. Fuente: iStock
Sant Francesc Xavier: el alma de Formentera
En esta ruta de las playas de Formentera, también te indicamos puntos emblemáticos de la isla que no te puedes perder. Antes de llegar a Es Pujols, vale la pena desviarse hacia el interior para visitar Sant Francesc Xavier, la capital administrativa y uno de los pueblos más bonitos de la isla. Su iglesia blanca, robusta y sin adornos, fue construida en el siglo XVIII como fortaleza contra los piratas. Hoy, es el corazón cultural de Formentera.
Las calles peatonales están llenas de tiendas de diseño, cafeterías con encanto y librerías donde se puede encontrar desde literatura local hasta fanzines hechos en la isla. El ritmo es pausado, y todo invita a sentarse a observar la vida pasar.
Cada martes y sábado por la mañana se celebra un mercadillo artesanal en la plaza principal, donde puedes encontrar cerámica, arte local y productos ecológicos. Además, en verano se organizan conciertos al aire libre que llenan de música las noches templadas.

Flores preciosas en San Francesc, Formentera. Fuente: iStock
Es Pujols: la cara vibrante de Formentera
Retomando la carretera principal, en dirección sur, se llega a Es Pujols, un pueblo costero que contrasta con el resto de la isla por su animación. Tiene un paseo marítimo con restaurantes, bares y tiendecitas. Aquí están algunos de los pocos hoteles grandes de la isla, pero también se pueden encontrar casas de pescadores y tiendas de artesanía.
La playa es amplia y agradable, y aunque más urbanizada, conserva el color azul característico de la isla. Para quienes quieren combinar mar con algo de vida nocturna o compras, Es Pujols es el lugar perfecto para detenerse y empaparte de la cultura local más allá de las playas de Formentera.
Por las tardes, el mercado hippy cobra vida. Algunos de los artesanos han vivido en la isla desde los años setenta, cuando Formentera era un refugio para viajeros alternativos y artistas. Todavía se pueden encontrar pulseras de cuero hechas a mano, jabones con sal marina y telas teñidas con técnicas tradicionales.

La torre de Punta Prima, un icono de la isla. Fuente: iStock
Cala Saona: el susurro de los acantilados
La carretera que atraviesa el centro de la isla conduce hacia el oeste, donde se esconde Cala Saona. Esta cala, más pequeña que otras playas, está enmarcada por acantilados rojizos y pinares. Su belleza no está solo en la vista, sino en la sensación de recogimiento que ofrece. Es un lugar para quedarse horas sin mirar el reloj.
En los bordes de la cala sobreviven las antiguas casetas de pescadores, algunas construidas hace más de un siglo. En ellas, las familias guardaban las barcas de madera, y muchas siguen activas. Algunos locales cuentan que, en los días previos al turismo, desde aquí partían pequeñas embarcaciones con productos que se intercambiaban por tabaco o café con los pescadores de Ibiza. Esta relación interinsular marcó la identidad marinera de la zona.

La Cala Saona en Formentera famosa por su agua cristalina. Fuente: iStock
Migjorn: el litoral infinito
En el sur, Migjorn despliega un litoral extenso, de más de cinco kilómetros. Es el más largo de la isla y está compuesto por calas, tramos rocosos y playas abiertas. Es una de las zonas más diversas para quienes buscan cambiar de escenario sin alejarse demasiado.
Migjorn no es una playa uniforme. Cada tramo tiene su personalidad. Hay zonas nudistas, calas con rocas para bucear, espacios familiares y rincones románticos. Los accesos se hacen a través de caminos rurales, por lo que conviene tener paciencia y explorar. Muchos visitantes terminan encontrando su rincón favorito y repitiendo cada día.
Uno de los puntos emblemáticos es el Blue Bar, chiringuito híbrido entre restaurante y sala de conciertos. En los años 60, era punto de encuentro de viajeros legendarios, desde intelectuales franceses hasta músicos británicos. Cuentan que Bob Dylan pasó varias semanas escribiendo letras mientras miraba el mar desde una mesa junto a las dunas.

En Migjorn en Formentera te recibirá una larga pasarela de madera para adentrarte en un auténtico cuento marino. Fuente: iStock
Sant Ferran de ses Roques: punto de encuentro de culturas
Muy cerca de Migjorn se encuentra Sant Ferran, otro de los pueblos más importantes de Formentera. En los años 70 fue epicentro del movimiento hippy y todavía mantiene ese aire alternativo. Es hogar del legendario bar Fonda Pepe, donde se reunían artistas, viajeros y locales en noches interminables.
El pueblo tiene una buena oferta gastronómica y es ideal para parar a cenar tras un día de playa. Aquí también se celebra un mercadillo artesanal por las noches, acompañado de música en vivo y ambiente relajado.
Es Caló de Sant Agustí: el encanto del pasado
Continuando hacia el este, el paisaje cambia de nuevo. La carretera se estrecha y desciende hacia Es Caló de Sant Agustí, un antiguo puerto pesquero rodeado de historia. Sus casetas de madera sobre el agua, sus embarcaderos rudimentarios y su entorno natural intacto lo convierten en uno de los lugares más auténticos de la isla.
Es también el punto de partida del Camí de Sa Pujada, un antiguo sendero empedrado que asciende hacia el altiplano de La Mola. Se cree que fue construido por los romanos y que servía como vía de comunicación entre las distintas zonas de la isla. Subirlo permite obtener una vista espectacular de la costa, especialmente al atardecer.

En Formentera hay un agua tan cristalina perfecto para conocer el fondo marino. Fuente: iStock
Ses Platgetes: sencillez y belleza
Antes de comenzar el ascenso a La Mola, vale la pena detenerse en Ses Platgetes. Esta zona costera reúne varias pequeñas calas separadas por formaciones rocosas. Son perfectas para quienes prefieren baños tranquilos o sesiones de snorkel sin bullicio.
El ambiente aquí es discreto, frecuentado por residentes y visitantes habituales. No hay servicios turísticos a gran escala, lo que mantiene la esencia del lugar intacta. Las sabinas ofrecen sombra natural, y la ausencia de construcciones cercanas permite disfrutar del sonido del mar como fondo absoluto.
El Pilar de la Mola: la cima de la isla
El camino asciende hasta El Pilar de la Mola, el pueblo más elevado de la isla. Allí, entre campos de trigo y viñedos, se levanta el faro de La Mola, sobre acantilados que caen a plomo sobre el mar. Este es un lugar mágico, perfecto para despedirse de las playas de Formentera.
El faro ha sido musa de poetas y novelistas. Julio Verne lo mencionó en “Hector Servadac” como punto de partida para su imaginaria expedición espacial. Muchos viajeros aseguran que, al contemplar el mar desde este mirador natural, se comprende por qué.
Los acantilados también tienen sus propias historias. Se dice que antiguos contrabandistas usaban las cuevas de la zona para esconderse de la guardia costera. Hoy, es un lugar para la contemplación. Algunos artistas acuden con sus caballetes, y no es raro ver guitarristas improvisando melodías al borde del abismo.
El pueblo en sí también merece ser recorrido con calma. La plaza acoge el mercadillo artesanal más famoso de la isla, donde los creadores venden directamente al visitante sus joyas, tejidos y esculturas. Es un buen lugar para llevarse un recuerdo con alma.
Regreso a La Savina: cerrar el círculo
La ruta concluye donde comenzó: en La Savina. Pero algo ha cambiado. El coche vuelve al puerto cargado de recuerdos: playas de arena suave, rocas que cuentan historias, caminos de polvo que llevan a secretos. Formentera no es solo un destino, es una experiencia que se vive en cada curva del camino, en cada puesta de sol, en cada baño inesperado.
Y al subir al ferry, con la brisa en el rostro y la sal en la piel, queda la certeza de que esta pequeña isla ha dejado una huella profunda, y de que el regreso, algún día, será inevitable.
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